Cuando me has quitado la gruesa venda que tapaba mis pechitos porque no querías que me asustara duante el proceso de femenización con inyecciones de hormonas, he llorado de felicidad.
Ya soy una putita como tú querías. Como quería tu amante, tu macho, el hombre que ha ocupado mi lugar y que tiene el capricho de correrse sobre mis tetitas.
Le gustan pequeñas, como de adolescente y por eso ya no me darás más hormonas y seguirán así, pequeñitas y bonitas como una lolita. "Una putita, más bien", me has aclarado tú. Una putita dispuesta para tu macho.
Porque seré de tu macho. Eso me has dicho. A partir de ahora él también será mi Amo y podrá hacer todo conmigo.
- Absolutamente todo -me has aclarado
- Lo sé, mi amor. Eso haré.
- Espero que no me dé ni una sola queja de ti, que le des todo el placer y que seas la putita más puta, más zorra y más perra que existe.
Y te he dicho que sí, que lo haré por ti, porque te amo tanto que no te niego nada.
- Lo haces por mí y por ti, cornudo, que también te vuelve loco ser humillado.
Es cierto. Por eso he llorado de felicidad. Y por eso cuando tu macho me ha follado no he reprimido mis gritos de placer para que tú, que estabas delante, me vieras gozar. Y sobre todo que él goce, que es lo que te preocupa. Así que me he abierto todo lo que he podido y me he dejado follar. Para ti.
Pero cuando se ha ido has vuelto a ponerme el cinturón de castidad porque aunque ahora ya no tengo polla, ni pollita, sino un gran clítoris; un clítoris grande de puta, no quieres que me masturbe y seguiré en castidad y siendo femenina.
- No puedes tener placer como no sea con él, cuando él te folle. Sólo así podrás conseguir un orgasmo. Quiero que te mentalices de ello y que así puedas darle todo el placer a mi hombre, a mi macho, al hombre de la casa. Al macho que me hace gozar.
- Sí, amor mío -te he dicho llorando de emoción.
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