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Espero que en este momento y mientras lees este email, no te estés tocando la pilila, cariño; ese pequeño pene que tienes porque ya sabes que no quiero que tengas placer sin mi permiso y además no creo que puedas con el cinturón de castidad que te dejamos puesto y cuya llave cuelga de la cadena de mi cuello o de la de mi tobillo, según el lugar al que vayamos.
Te informo de que hemos follado (y has sido cornudo), en su oficina, cuando fui a recogerlo para ir al aeropuerto. No lo pudimos remediar y me folló allí mismo, sobre la mesa de su despacho. Un lugar que, por otra parte, ya conoces porque sabes que solemos follar en esa mesa muy a menudo pues es la suya, la del socio de tu negocio, la del macho que tengo por amante que ya sabes que es muy hombre.
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Así que te informo de que follamos también en el coche que nos llevaba al aeropuerto. No lo pudimos evitar. Mientras conducía me tocaba los muslos, me metió los dedos entre la braga, me mojó al instante y tuvo que parar el coche porque me lo comía a besos y nos íbamos a matar. Paro en un arcén y follamos allí mismo, sin condón ni nada, como solemos hacer.
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Puede conmigo. Es superior a mis fuerzas. A veces sólo me mira y mojo el coño, como ya sabes. Me puede. Soy suya, me usa como quiere cuando quiera y donde quiere y siempre sigo sí. Mi coño siempre dice sí. No lo puedo evitar. Mi coño es suyo y él lo sabe. Y tú lo sabes. Los dos lo sabemos y afortunadamente lo hemos aceptado con gusto y placer. Somos suyos. Es muy hombre, muy macho.
Me folló también en el taxi que nos llevaba del aeropuerto al hotel. Tampoco lo pude evitar. Y no nos importó que el taxista nos mirara. No hubo penetración, pero me morreo, magreo y uso a su capricho. Nos pusimos como una moto y pruba de ello es que el taxista dio varias vueltas por la ciudad y no nos cobró la carrera.
Follamos también en el baño del hotel. Fue irresistible. Como siempre. Fue verlo desnudo, con su enorme polla, pensé en la tuya, en tu ridículo pito que no puede penetrarme bien y mojé el coño.
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Te eché de menos, la verdad. Eché de menos que pusieras su polla en mi coño, como sueles hacer y que luego me beses la mano mientras él me folla y me dices que me amas. Porque sé que me amas. Mucho. Más que a nada del mundo. Y por eso me consientes.
Y finalmente me folló en el hueco de una ventana de un edificio que estábamos visitando en la ruta turística. Vio el hueco, se sentó, dejó que pasaran los demás turistas, me hizo gestos para que me sentara a su lado, me metió mano bajo la minifalda, toco mi braga ya mojada, metió dos deditos en mi coño y zas, le llené la mano de mis jugos.
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Enhorabuena, mi querido cornudo. Ya te seguiré contando de nuestras andanzas y de tus cuernos.
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